lunes, 20 de noviembre de 2017

LA CRÍTICA. Cortar

El turista emocional
“Alumbrar” acababa con un truhán cazado por el paso del tiempo, en un experimento en el que el demiurgo rompía a llorar de desesperación en un giro tan descorazonador como inesperado e imprescindible. “Cortar” retoma esa idea contemplativa, no se anda con rodeos. Es una película más centrada, más madura, igual de juguetona que sus predecesoras pero con una idea en mente.

El film parte de esa premisa para volver sobre sus propios pasos. Para volver al fundamento que dio pie a esta trilogía viva, en la que Fernando Merinero se ha dejado la piel más que nunca. El cineasta, al igual que su “personaje” en el desenlace de la anterior entrega, comprende que esto supone el culmen de una etapa cinematográfica, y por ello vuelve al eje central del primer episodio. Así, ya esto no es un catálogo de viejas y nuevas novias, reales o ficticias, sino que todo gira en torno a la figura de una sola mujer que representa a todas las demás.


En torno a una mujer idealizada, que representa en sí misma el paso del tiempo. Volvemos a una isla, a una mujer, a una canción, para conformar un emotivo y nostálgico viaje a lo que quedó atrás en un espacio y un momento concretos. Todo en “Cortar” fluye con serenidad y a la vez con fluidez, con naturalidad pese a su condición de falso documental, divagando menos por el camino, con menos relleno a la vista y con un montaje más exquisito, mucho más cuidado que en las dos anteriores películas que conforman esta trilogía viva.


Y aunque hacia sus minutos finales pueda parecer que pierde algo de rumbo, no es más que una sensación impostada. Como todo lo demás en ella. Porque vuelve a encauzarse a sí misma en su escena final, para demostrarnos que Magaly, la mujer en sí, y toda esta trilogía, no son más que la catarsis y el compendio de toda una obra. Este turista emocional no es más que un hombre pegado a una cámara. Una cámara que registra una realidad que es mentira. Todo es falso. Aunque cortes, la vida sigue. El amor, el gozo y el sufrimiento también. Y el cine de Merinero, por supuesto. Para él, vida amor y cine son lo mismo. He ahí el truco. He ahí donde se halla lo vivo de este tríptico.

A favor: es la obra más madura, centrada y viva de toda la trilogía, con Merinero hablando de su propio cine
En contra: puede parecer que pierde el rumbo hacia el desenlace

Calificación ****
No se la pierda

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