miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA CRÍTICA. #Chef

Receta contra el vacío existencial
Algo pasó después del desastre que supuso “Cowboys & Aliens” para que Jon Favreau se tomase un respiro y se levantase de la silla de director de grandes blockbusters durante tres años. Se refugió en la televisión, medio por el que pasó sin levantar demasiado polvo, pero que parece haberle ayudado a ordenar sus ideas. Igual sentía que estaba convirtiéndose en una marioneta de las grandes productoras, ésas para las que el sello autoral vale lo mismo que un paquete de pipas. La respuesta a todo este viaje iniciático parece ser “#Chef”, una película con nombre de hashtag con la que el responsable de las dos primeras “Iron Man” parece querer hablar de la figura del realizador como títere de la industria en contraposición a la búsqueda de su impronta personal como artista.

Su nueva película está articulada en dos actos, pero en conjunto lo que tenemos es una road movie que recorre una carretera hacia la realización personal. En el primer acto, en el que quizá se entretiene un poco, Favreau presenta al protagonista y su situación, un reputado y creativo chef que vive estancado por exigencias del dueño del restaurante en el que trabaja, condenado a servir los mismos platos una y otra vez. Un personaje que no es más que un reflejo del propio cineasta, que no por casualidad le presta su físico y sus elocuentes cuerdas vocales. Tras una caída en el ostracismo más absoluto, ocasionado por un mal uso de Twitter, el chef emprende una road movie con todas las de la ley, que le servirá para reorganizar su vida y enderezar la relación con su hijo.


Así, con simpleza, se esquematiza “#Chef”, una comedia pequeña y sencilla para mayor lucimiento de su protagonista, quien además ejerce de guionista, y que se degusta con las mismas ganas y facilidad que todos esos maravillosos platos que desfilan ante la cámara. Lucimiento, eso sí, sin eclipsar al resto del reparto, repleto de caras amigas del director –incluido un fabuloso e hilarante cameo marvelita-, que interpretan sin esfuerzo unos personajes bonachones en una propuesta que es todo dulzura, pero sin llegar en ningún momento a empalagar, con un perfecto equilibrio en todas sus vertientes cómicas.


Es mérito del director no caer en la sensiblería barata y el exceso de calorías del azúcar propias de las cintas de este tipo, pero sobre todo lo que alegra es verle en su salsa, libre de ataduras comerciales y haciendo lo que le gusta. Porque aunque al final se imponga la comodidad y la autocomplacencia, lo que Favreau nos viene a decir como artista es que puedes disfrutar igualmente dedicándote a la Haute Cuisine o elaborando un simple Cubano, siempre que seas feliz con lo que haces. Una excelente receta contra el vacío existencial que esperemos vuelva a seguir en el futuro, aunque ya para su siguiente trabajo esté jugando de nuevo en ligas mayores.

A favor: que pese a su dulzura, no empalaga, y el gusto de ver a Favreau embarcado en un producto libre de ataduras
En contra: un final algo cómodo y entretenerse tanto en su primera mitad

Calificación ****

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