viernes, 18 de abril de 2014

En paz descanse... Gabriel García Márquez (1927-2014)

La vida de Gabriel García Márquez bien podía ser la protagonista de sus novelas. Y de hecho lo fue. Su niñez y vivencias, la forma en que sus padres sacaron adelante su relación, la educación con su abuela, que le enseñaría cómo narrar hechos extraordinarios envueltos en halos de cotidianidad, sin duda cuna del realismo mágico del escritor,… En cada uno de los trabajos de García Márquez, nuestro Gabo se servía de sus propios recuerdos para tejer sus imaginativas y vitales historias. Hay un pedazo de GGM en cada libro suyo.

Pocos narradores había tan cinematográficos como él, y a la vez tan difíciles de adaptar, tanto que ahora mismo no recuerdo una sola película que captase en imágenes ese aura de magia con que el escritor colombiano bañaba las páginas de sus libros, sin por ello dar lugar a malas películas. Así, “La mala hora”, “Crónica de una muerte anunciada”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “El amor en los tiempos del cólera”, “Memoria de mis putas tristes” o incluso “Cien años de soledad” fueron llevadas al cine no siempre con desigual fortuna.

Y eso que su trabajo no podía ser más cinematográfico, pues García Márquez no comenzó en el cine viendo una de sus obras vilmente adaptadas. En absoluto. Tras  casi medio siglo de poemas y una trayectoria como reportero, el autor dirigió su primer cortometraje un año antes de publicar su primera novela, su primer y único trabajo como cineasta. El cine le llamaba enormemente la atención, y en los años 50 llegó a estudiar cine en Italia. El escritor acuñó muchos guiones pero sin mostrar su nombre, siempre bajo un seudónimo, durante su estancia en México, algunas veces junto a su amigo Arturo Ripstein.


Lo suyo era escribir, y tanto antes como después de la aparición de su primer gran éxito, “Cien años de soledad”, Gabo participó durante casi medio siglo en los guiones de, entre otras, “Tiempo de morir”, “Presagio”, “María de mi corazón” o “Los niños invisibles”, donde su inigualable mano para la prosa y confeccionar la narración se dejaba notar. Por el guión de “El año de la peste” recibió elogios en México, llegando a ganar el premio Ariel.

Gran fan de Woody Allen y Akira Kurosawa, a quienes llegó a hacer visitas en Nueva York y Japón expresamente para conocerles, Gabriel García Márquez se convirtió durante toda su trayectoria en un referente de la literatura universal. Su Nobel de Literatura y demás reconocimientos no son reflejo de lo que era su obra. A Gabo le daban igual los galardones, el éxito, el qué dirán –en este sentido siempre le importó un pimiento lo que pensaran de su amistad con Fidel Castro-. Lo suyo era contar historias. Y ése es su mayor legado. Su realismo mágico no ha muerto con él. Es eterno. Descanse en paz, maestro. 

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