sábado, 22 de enero de 2011

LA CRÍTICA

El demonio bajo la piel **1/2
(The killer inside me)

El asesino que llevo dentro

“Tengo un pie en ambos lados de la valla. Hace mucho que ocurrió eso. No puedo moverme, no puedo saltar. Sólo esperar a partirme en dos”. Así se describe a sí mismo Lou Ford, como un ser en cuyo interior habita una bestia, un monstruo al que muchas veces no puede contener. Cuando consigue hacerlo, Ford resulta a vista de todos un ciudadano ejemplar, modélico, buen vecino y tranquilo.

No es de extrañar que “El demonio bajo la piel” –traducción libre del original, pero aún más explícito, título “The killer inside me”- haya generado polémica desde su exhibición en la Berlinale hace un año y que haya tardado tanto en llegar a nuestras pantallas. Porque el nuevo film del siempre interesante Michael Winterbottom es desagradable para el espectador. Decidido a dar una nueva visión de la novela homónima de Jim Thompson, Winterbottom ha optado por ser fiel a la misma y transmitir el desagrado que esta deja en el lector, dejando a la primera versión de Burt Kennedy en un ejercicio de adaptación acomodaticio. Y sin duda lo consigue, pero a muy alto precio. Su última película lleva al límite el estómago del público y su paciencia ante unas imágenes de una violencia explícita tremendamente molesta.



Y mientras su error está en el tramo final y en este enfoque violento tan incómodo, su acierto está en el apartado técnico. Porque con “El demonio bajo la piel” ocurre lo mismo que con “La pasión de Cristo” de Mel Gibson: ambas tienen una dirección modélica, pero su contenido gratuito puede llegar a ser enfermizo. Aquí es donde viene lo más duro de esta película. La ambientación es sobresaliente, plasmando unos deslumbrantes años 50 muy americanos, las interpretaciones notables, la narración es puro cine negro y la mano de su director es firme. Pero la lucha entre forma y contenido deja al respetable con un regusto amargo, que se debate entre lo fastuoso de su presentación y el malestar que producen su perturbadora atmósfera y su exceso de violencia.



Casey Affleck lleva el incuestionable peso de la trama con poderosa convicción y una frialdad inherente a su personaje, en un acertado retrato de un auténtico psicópata, que no necesita razones para cometer sus actos más allá de esa bipolaridad que él mismo define en las frases con las que comenzaba esta crítica. En ese sentido, el mensaje de Winterbottom llega a la perfección, y no se para a explicar los detalles de una vida que, por sus flashbacks, posiblemente marcaran a su protagonista, más que nada porque es innecesario. Y a los que les sorprenda la increíble sumisión con la que sus víctimas aceptan su trágico destino en sus manos, ahí van sus palabras: “Lo supieron desde el principio; creo que siempre supieron la verdad”. Lo que la hace aún más incómoda si cabe es que la vida real siempre supera a la ficción.

A favor: la firme mano de Winterbottom tras la cámara
En contra: su incómodo contenido

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